Jaén esconde pequeños tesoros
como la espectacular carretera que va del Pozo Alcón a Quesada cortando un pico
de la sierra de Cazorla. En apenas 30 kilómetros se pueden disfrutar
precipicios, túneles, cascadas y atalayas donde moros y cristianos se
disputaban el paso. Peques y mayores
querrán parar más de una vez.
Pozo Alcón es un pueblo en el sureste de Jaén a 107
kilómetros de la capital. Partiendo de este pueblo puedes hacer multitud de
rutas a pie, muchas de ellas para realizar con los peques (podéis ver
información sobre las diferentes rutas aquí).
Pero hoy vamos a recorrer en coche los 30 kilómetros del puerto de Tíscar.
Esta carretera (A-6206) tiene
alguna que otra vuelta y revuelta, pero merece la pena visitarse. Algunas zonas
en el arcén indican que no es recomendable salirse de los caminos debido a que
es coto de caza mayor. Seguramente durante el trayecto veréis más de un animal. Partiendo de Pozo Alcón, atravesando un túnel se llega a la población
de Tíscar. A la altura del kilómetro 14 es obligatoria la parada en la Cueva
del Agua, también conocida como Cueva de la Virgen de Tíscar o Gruta de las
Maravillas. La entrada es gratuita y el acceso a la cueva se realiza por un
túnel de unos 10 metros de largo y 1 metro de alto.
Cuenta la leyenda que los moros poseedores del Castillo de
Tíscar, creyeron que los cristianos luchaban por su conquista para recuperar
una imagen de la Virgen María que ellos poseían. Ante esto, y para hacerles
desistir de la lucha, la arrojaron desde las almenas, hasta el túnel de acceso a la Cueva del Agua, que estaba al pie de la fortaleza; pero la Virgen volvía hacia arriba
cuantas veces lo intentaban, por lo que Mahomad Andón, enfurecido, la rompió en mil
pedazos con su alfanje. Cuando los cristianos llegaron al recinto del castillo,
buscaron la imagen para darle gracias por su protección en la conquista, y al
no encontrarla, le preguntaron a un moro, que arrepentido les contó lo
sucedido. Los cristianos recogieron los pedacitos y los llevaron a reparar a
Toledo.
La cueva está adaptada para visitarla de manera cómoda por
cualquiera. Muy recomendable, sobre todo en primavera cuando el agua fluye
constantemente.
El Santuario de la Virgen de
Tíscar y el Castillo están un poco más adelante. El Castillo está sobre una
cresta rocosa. Está declarado Bien de Interés Cultural desde 1949. Se trata de
un recinto de reducidas dimensiones, con una pequeña torre del homenaje,
situada en su extremo oriental. En el centro se alza un gran roquedal, llamado
«Peña Negra», que posiblemente funcionaba como alcazarejo del castillo.
Cinco kilómetros más y coronaréis
el puerto de Tíscar (1.189 metros de altura). Se ven habitualmente cabras
montesas y aves rapaces. Aquí se encuentra la Atalaya del Infante Don Enrique,
un vestigio histórico de gran relevancia junto con el mencionado castillo. Su
función era la de vigilar el movimiento de tropas en el camino del reino nazarí
de Granada en la época de la Reconquista. Fue mandada construir por el infante
Don Enrique, hijo de Fernando III, el Santo, hacia el siglo XIII. Es del
sección circular pudiendo acceder al interior por un hueco situado a 3.50
metros. Desde lo alto divisamos la llanura de Pozo Alcón, Sierra Nevada y los valles
de los ríos Extremera, Béjar y Majuela, hasta los pueblos de Baeza,
Torreperogil, Úbeda y Santo Tomé.
Descendiendo por la carretera
llegamos a Quesada, un lugar perfecto para disfrutar de la gastronomía de la
zona. El plato típico son los talarines, consistente en un guiso de carne,
verduras y setas en el que se cuecen obleas de masa que quedan hechas pedazos.
El nacimiento del río
Guadalquivir se encuentra en su término municipal, en la Cañada de las Fuentes;
lo cual merece otra excursión en otro post.
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